Descripción
Cuando lo más fácil, en los tiempos que corren, hubiera sido optar por mantenerse en los ritmos latinos y la rumbita, llega el equilibrista y nos sorprende con un conjunto de canciones con las que realiza un ágil salto mortal sin red, adentrándose en senderos hasta ahora desconocidos y ampliando su paleta musical con toda suerte de ritmos y rimas. Lo hace además dejando de lado cualquier clase de artificio o subrayado inútil para centrarse exclusivamente en la música y en el verbo, ora afilado, ora lleno de sensibilidad.
Y no es que Juantón haya abandonado la rumba o el son definitivamente, como bien demuestran “Me voy a hacer un barco” o “La Juani”. Pero incluso en estas canciones que ya conocíamos del directo del 2004 “Azufre!!!”, los arreglos de metales y las guitarras casi criollas a lo Django Reinhardt están cargados de swing, un swing altamente contagioso y lleno de sutilezas de producción, lo cual no suele ser habitual en el a menudo ampuloso y sobreproducido mundillo musical de este país.
Ya dando un vistazo al diseño artístico del álbum, en el que también participa el propio Juantón, nos damos cuenta de por donde van los tiros: sencillez y buen gusto. El mismo que destilan las dos canciones creadas a cuatro manos con su hermano Óscar, “La fábula del escorpión” y “ Mi pequeño planeta”, dos auténticos prodigios de armonías vocales y guitarras y percusiones en su justo lugar. Por cierto que la letra de esta última, escrita por Óscar, nos conduce a terrenos antes no visitados por Juantón, no al menos de ese modo. Y junto a las dos baladas clásicas del disco, “Una casa al lado del mar” y “La Juani” (¿quién dijo que Juan no hacía canciones de amor?) forman el bloque de tempo reposado. Por cierto que (y no será la única vez) Juan interpreta la primera de ellas sólo a voz y guitarra, en una nueva demostración de desnudo poderío.
Y así es cómo el equilibrista se convierte, en fin, en todo un hombre-orquesta, capaz de dominar guitarras clásicas y acústicas, batería y percusiones varias, voces (con ese nuevo registro a veces susurrante) y, no menos importante, arreglos y producción. Y eso le permite arrancarse con un solo de guitarra en “Y aunque me cueste reír” o marcar sincopadamente el ritmo vertiginoso de “El hombre del 4 latas” o el más jazzy de “Gritando como una nena”. Acompañado ahí por la imprescindible trompeta (con o sin sordina) del gran Ioseba, auténticamente sublime y lleno de sutilezas, rozando la gloria en “La Juani” o en “Pensando”, ese final marciano con ceremin incluido que los metales convierten en un tema de club de Nueva Orleáns. Aunque quizá la joya del disco es “Veo, veo”, ese tema de pop-rock fronterizo y letra obsesiva y punzante que se desliza de un modo contagioso por nuestra piel y que, con la colaboración muy especial de un intenso Daniel Higiénico, lo tiene todo para convertirse en un clásico.
Y el disco acaba como comenzó, con la niña Lola, otra perla de la familia, cerrando el círculo. Pero, cuidado, que hay sorpresa, en forma de bonus track escondido, ni más ni menos que una recreación en clave bossanova del “All my love” de Lez Zeppelin, otra vez a pelo con el único acompañamiento de su guitarra y con guiño al “Stairway to Heaven” incluido. Un nuevo salto mortal, sin miedo al vacío, para cerrar, ahora sí, una obra redonda, valiente, un punto y aparte para seguir soñando con la música en permanente evolución de este nuestro Equilibrista, hoy por hoy en estado de gracia
Opiniones de Juanton